sábado, 4 de abril de 2009

drogadicto reconocido


Su pelo largo cubría sus cabezas, pero no escondía sus ideas. Flotando al viento, aullando en una carretera, desteñidos por el sol, mojados por la lluvia, resplandeciendo bajo la luz de la luna, la revolución de las flores significó el cambio de la vida en blanco y negro a la vida en technicolor.
El camino del hippie es la oposición a todas las estructuras de poder jerárquicas y represivas que son contrarias a los objetivos de paz, amor y libertad. Es esta la razón por la que la “clase dirigente” se cagó de miedo y persiguió a la creciente marejada de ángeles barbones. Porque sus pelos largos daban miedo, sus ropas estrafalarias daban miedo, su música daba miedo, sus drogas
daban miedo y sus creencias sobre la libertad aterrorizaban como la plaga. Los hippies rechazan el estilo de vida de la oficina y por consiguiente son objeto de ridiculización por parte de aquellos cuyas vidas se rigen por un reloj. La “gente seria” está celosa y resentida de la libertad que ganaron. La libertad no mitigada de un hippie representa la máxima amenaza para cualquier sistema en el que el control es el poder. El camino del hippie nunca murió. Siempre ha
habido y habrá hippies. Desde la primera vez que la sociedad impuso reglas, desde Jesús a Lennon. Hay algo de hippie en todos nosotros, sólo que ha sido reprimido por nuestro
exceso de lucidez.

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